
Abrazado por el Cristo Vivo

Ikuro Teshima en Kumamoto
De acuerdo con el capítulo 3 de la epístola a los Filipenses, el apóstol Pablo dejó atrás todas las cosas valiosas, como su status, educación, e incluso su religión anterior, por conocer a Cristo.
Él dijo: "Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y ser hallado en Él" (Filipenses 3:8-9).
Cristo aún vive
Conocer a Cristo es ser abrazado por su Espíritu, la experiencia de ser abrazado por su gran personalidad, dentro de Cristo mismo. Muchas personas piensan que para conocer a Cristo es necesario creer en las doctrinas del cristianismo y conocerlo conceptualmente. Sin embargo, según mi experiencia, conocer a Cristo es ser directamente agarrado y abrazado por Él, al igual que Pablo dijo "ser hallado en Él".
Yo sigo a Cristo, que vive aún hoy, porque siento su presencia. Y no creo solo en Jesús del pasado. Yo siento que ese Jesucristo de dos mil años atrás aún está vivo y está conmigo. Cuando vivimos como si sintiéramos su presencia, su respiración, vamos a comenzar a tener el mismo sentimiento que tenía Pablo, que estaba dispuesto a dejarlo todo por Cristo.
Religión que da la vida eterna
Si digo con mi experiencia qué significa "conocer a Cristo", es ser tocado por Cristo y abrazado por Él y a través de eso recibir la Vida Eterna. Nuestras mentes pueden aceptar doctrinas; sin embargo, no importa cuántos libros leamos, la Vida Eterna viene solamente por la fe en Cristo, y no de las letras de la Biblia o cualquier otro libro religioso.
Solo aquellos que poseen la Vida Eterna pueden transmitirlo. Jesús dijo: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida" (Juan 14:6). Así como los niños reciben la vida de sus padres, nosotros recibimos desde Cristo esta Vida Eterna en nuestras almas. Esta vida nos redime.
Nosotros tenemos una vida biológica transitoria en la Tierra durante setenta u ochenta años. Pero lo que Cristo nos da es una Vida Eterna, Vida que nunca perece, aunque nuestro cuerpo físico perezca. La Vida que gobierna el mundo espiritual y celestial que desciende hacia la Tierra. Esta realidad es lo que diferencia el cristianismo de otras religiones, es que la Biblia nos transmite una religión que ofrece la Vida Eterna.
En la verdadera fe cristiana, Cristo nos da la Vida Espiritual. El que no ha recibido la Vida Eterna es un cristiano solo de nombre y que aún no ha alcanzado la fe cristiana en un sentido real.
El Espíritu Santo nos da la esperanza
Jesús dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10) y proclamó que Él otorgará Vida rebosante a los que creen. Podemos entender cómo rebosa el agua, pero no cómo rebosa la Vida. Sin embargo, existe una vida trascendental que rebosa. Cuando uno recibe esta Vida, el hombre cambia por completo.
En primer lugar, al recibir esta vida, somos transformados en seres dignos para Cristo. Muchas personas tratan de imitar a Cristo desde el exterior; sin embargo, la mera imitación exterior no forma creyentes verdaderos. Una flor florece en virtud de su vida interior; no la podemos hacer florecer desde el exterior. Del mismo modo, la flor de la fe florecerá desde nuestro interior cuando la vida de Dios se vierta en nosotros.
Jesucristo estaba lleno del Espíritu Santo y con el poder de Dios. Dios acompañó a Cristo y le hizo hacer buenas obras dondequiera que iba. Nosotros no podemos hacer buenas obras a través de nuestros propios esfuerzos. Pablo dice: "Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo" (Romanos 15:13). Incluso las personas insignificantes como nosotros estaremos llenos de esperanza cuando recibamos aquel Espíritu Santo, aquella Vida que Jesús tenía. Por lo tanto, podremos vivir dentro de una gran esperanza. En verdad, toda nuestra vida rebosará con esperanza.
Busque primero la Presencia del Señor
En mi evangelización, no busco signos o milagros, sino que busco la presencia de Cristo. Muchas personas buscan milagros, diciendo que, si los ven, ellos creerán. Sin embargo, yo busco la presencia del Señor Jesús. Si el Espíritu de Dios está aquí ahora, trabajará en respuesta a nuestras llamadas.
Un día, un profesor universitario y un erudito bíblico persistentemente me preguntaron: "¿Por qué ocurren los milagros cuando usted ora, pero no cuando nosotros oramos?".
Le respondí: «Nada va a pasar con sus oraciones artificiales. Cuando yo oro por alguien, dependo de Cristo hasta el punto que yo digo: “Si Tú no lo salvas, no hay otro tipo de salvación.”». Entonces se preguntaron: "¿Pero si Cristo no trabaja?".
Yo dije: «En ese caso, yo acepto ser avergonzado. Sin embargo, debido a que ustedes tienen antecedentes y carreras académicas distinguidas, oran con cautela para evitar pasar vergüenza. Ustedes dicen: "Señor, si es tu voluntad, por favor, sana a esta persona". Pero si ustedes fueran la madre de un niño paralítico, orarían: "Por favor, Dios, ¡sana a mi hijo! De lo contrario, ¡mi amor no soportaría verlo sin ser sanado!”».
Fe que moviliza la emoción
En última instancia, esto es una cuestión de amor. El amor nos permite sufrir y gemir junto con la persona que está en problemas. Los intelectuales primero piensan: ¿será que esta persona será sanada o no? Debido a que sus emociones están inactivas, no sufren tanto como los enfermos. Mi fe es diferente. La mía es una fe a través de la cual toco la personalidad y las emociones de Cristo. Esto quiere decir que comparto las mismas emociones.
Si no hubiera conocido al apasionado y muy humano Cristo Jesús como se muestra en los Evangelios, lo habría creído en el mismo cristianismo como algunas de las iglesias de hoy. Sin embargo, he aprendido todo del evangelio de Jesús, la forma de comer y beber, sanar a los enfermos, hasta hacer milagros, y desde cómo amar a alguien profundamente.
Las doctrinas sin vida de la crucifixión no trabajan. Nosotros no creemos en la Cruz, pero sí en Cristo vivo. Es el Cristo vivo que nos salva. Ni las doctrinas ni el evento de la crucifixión pueden salvarnos.
Es por eso que yo creo en Cristo mismo, no en el cristianismo. Una vez que empecé a creer en Cristo vivo, yo aprendí cómo hacer trabajar al máximo mi fe. Si yo hubiera creído en el cristianismo arbitrario concebido por los estudiosos y teólogos, yo no habría sido capaz de activar correctamente la fe latente dentro de mí.
Incluso a través de la ira y la compasión
La gente a menudo me critica por ser enojadizo, pero esto es otro rasgo que aprendí de Jesús. No había otro revolucionario como Jesucristo, que agresivamente limpió el templo de Jerusalén. La descripción de Jesús en la Biblia es muy diferente de la imagen afeminada de Jesús visualizada por la gente moderna.
Según el evangelio de Marcos, capítulo 3, había un hombre con una mano paralítica cuando Jesús entró un sábado a la sinagoga. Los que querían acusar a Jesús estaban observándolo de cerca para ver si él lo sanaría en sábado. Jesús les dijo: "¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida o quitarla?" (Marcos 3: 4).
Miró a su alrededor con enojo, y luego le dijo al hombre: "Extiende tu mano" (Marcos 3: 5), y su mano quedó sana. Cuando Cristo se enojó, el hombre fue sanado. Los cristianos de hoy no conocen el poder de la ira, por lo que no hay milagros. No pasa nada porque no condenan la incredulidad, sino que la siguen permitiendo. Me gusta mucho este versículo: "Él, mirándolos alrededor con enojo" (Marcos 3: 5).
Jesucristo salvó a personas a través de la ira o indignación, y también a través de un profundo dolor. Cuando pasó por la ciudad de Naín, se encontró con el cortejo fúnebre del único hijo de una viuda. Su dolor se trasladó a Jesús tan profundamente que tocó el féretro y dijo: "Joven, a ti te digo, levántate" (Lucas 7:14). El hijo sorpresivamente revivió. La profunda compasión de Jesús provocó la curación.
Tal personalidad compasiva hace milagros. La personalidad siempre lleva la emoción y la emoción con la fe provoca los milagros. Las doctrinas no pueden producir un milagro.
Con alegría celestial
Me siento orgulloso de ser un discípulo de Cristo vivo. La fe del Evangelio nunca nos hace vivir inhumanamente por la supresión de nuestras emociones, incluyendo la compasión.
Algunos cristianos describen a Jesús como una figura sombría y triste, pero esa es una imagen de un lado de Él. Él vivió en medio de una gran alegría. Estaba tan entrañablemente amado por Dios que Él escuchó un eco de voz del cielo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17). Él fue capaz de verter en sus discípulos la alegría que nadie podía quitar, diciendo: "Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos" (Mateo 5:12). Esta es la alegría que uno siente en el Espíritu Santo.
"¡Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados!".
Cristo mora con los que lloran por los pecados, sufren de la pobreza, angustia y enfermedades, y claman a Dios. Él trabaja en nuestra vida cotidiana. Recientemente, recibí una carta de una señora que se encontraba postrada en cama desde hacía muchos años con caries espinales graves de tuberculosis. Ella fue sanada a través de nuestra evangelización, y hoy en día puede caminar libremente para venir a nuestras reuniones.
Ella está ahora llena de esperanza porque el Espíritu Santo le infunde esperanza. Cuando Cristo está presente y derrama su Espíritu en nosotros, la cosa imposible se hace posible y la esperanza surge desde el interior. Yo estaba muy contento de recibir su carta.
Cristo dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). Él nunca nos dijo que estudiásemos las doctrinas y creamos en ellas. Si nos acercamos a Cristo, aunque su espíritu es invisible a nuestros ojos, su vida se vierte en nosotros y nuestra salvación se cumplirá. Esta es la verdadera fe. Nos gustaría tocar a Cristo más de cerca que nadie. Queremos ser abrazados por Él. Esta es mi fe.
Ikuro Teshima
(1961)